martes, 7 de octubre de 2008

Pasando el Chaco

Seguimos camino del noroeste argentino. Desde Ituzangó seguimos recorriendo las rectas carreteras de El Chaco. Esta provincia es la más pobre de aquí, y las imágenes del hambre cuando vienen malas, suelen ser todas de esta provincia. A los lados de la carretera, separadas muchos kilómetros se encuentran algunos poblados destartalados, generalmente de casas de adobes y techos de chapa, con calles de barro, llenas de charcos y basuras, mezclados con niños sucios que deberían estar en el cole, y gente que se mueve en bici. Entre pueblo y pueblo hay una espesa vegetación de monte bajo impenetrable donde se dejan ver muchas aves y de vez en cuando algún cerdo que se mueve con tranquilidad por la cuneta de la carretera.
Se nos hace de noche, y la pobre señalización de las carreteras, tendentes a informarte de los desvíos cuando ya lo has tomado, nos mete 90 km de más, hasta General Pineda. Samuel se da cuenta, gracias a Dios, y damos la vuelta para rehacer lo recorrido, intrigados por conocer el punto exacto del extravío en una carretera que solo es recta. Es noche cerrada y no se ve nada. Por las cunetas sin embargo pululan montones de personajes. Dos chicas hacen autostop. Nosotros aprovechamos para preguntrar si vamos bien, y decidimos acercarlas al siguiente pueblo, a 15 km. Dónde vais ahora? - Ahora vamos a trabajar....Ninguno de los tres tenemos el valor de preguntar lo obvio, sin embargo cuando se bajan del coche, David nos indican que seguro que "hacen programas", que viene a ser que se dedican a la prostitución. Las dejamos en las afueras de un poblado oscuro de estos pobres de la zona y seguimos viaje. Poco más alante, nuestros faros iluminan a un tipo más negro que el carbón que esperaba en la carretera que alguien lo trasladara. La conversación con él era sencilla pues decía a todo que sí. Le dijimos que veníamos de España y dijo si si si, como si no tuviera ni idea de que fuera eso de España. Es más él nos preguntó que si veníamos de Mendoza o "por ahí", por nuestro acento. Eso sí, no pudo aguantar el ansia de fumarse un cigarro de los de Sam, y no dudó en hacer del pedigüeño. Hala majo, hasta otra. Y ya por fin llegamos al punto del despiste. Imposible haber tomado bien la dirección correcta.
Tras otros 300 kilómetros más, llegamos a Monte Quemado, dudando si hacíamos la machada de otros 400 km más o nos rendíamos allí y seguíamos camino al día siguiente. Y allí nos quedamos en el hotel 9 de julio, campeón hasta la fecha al lugar más cutre. Nos atiende una mujer de nos 45 tacos, morena con el pelo algo corto y rizado, y con una energía en la mirada que nos tumbaba. "vos querés unas empanaditas papi?" "vos querés un churrasquito?". - Si os queréis quedar aquí son 30 pesos por persona. Si no, tenéis otros hoteles "acá y ashá". - Que nos quedamos si nos pones de cenar. -Pues vos tomá la mesa y sacarla a la cashe, papi, que tengo los brazos ya cansados. - Lo que usté mande.

Nos sentamos en la calle en una mesa, iluminados solo por el cartel del hotel, viendo el panorama tanto interior como exterior. Dentro, el bar era como una especie de vivienda. Tenía unos sillones de escay, de esos del año la pera, con la familia allí sentada mirando "mira quien patina" con el presentador omnipresente de las greñas morenas, que fue presidente del Badajoz C F. En las paredes, feos tapices de escenas de caballos y montañas, de la última cena y de otras horteradas. Fuera desde un kiosko, que era el Boliche local, o el sitio donde se va a bailar, nos martillea con una estruendosa música tipo "gitanos de la cabra" y a veces nos sorprende con la mismísima Creedence Clear Water "Rivaival".
Imposible no cruzar la acera para vivir esa experiencia. Y allí nos plantamos, a ritmo de Cumbia, sentados en sillas de resina blanca y apurando varias Quilmes de las tochas, sobre un mantel de plástico con floripondios amarillos. Por las calles pasan numerosas motos destrozadas, pero eso si con los faros de neón en las ruedas pero los focos de ver apagados. Algunos llegan al boliche en destartaladas bicis, y salen con algo más que problemas por manterner la trayectoria recta. Nosotros seguimos alucinando pero el cansancio puede con nosotros. Allí dejamos a las camareras haciendo empanadas quizá para el día suiguiente. Hasta mañana.

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