La noticia de que podíamos ver orcas nos emociona al máximo. Entre otras cosas era uno de los motivos para venir a Argentina. Sabemos q es difícil y más en esta época que no crían los leones marinos, pero sabemos q están, y días atrás han hecho 25 ataques.
Esta buena noticia trae otra mala. A las 6:30 debemos estar arriba. Esto no nos gusta un pelo pero todo sea por las orcas. Para variar al despertador no le hacemos mucho caso y nos cuesta un esfuerzo horror salir del calor de la cama, al frío del exterior. Pero nada puede con nuestra ilusión y salimos rumbo a Punta Cantor, por las interminables pistas de ripio, sorteando las trampas de piedras, y callados por el sueño que nos llevamos con nosotros. David, cada día q pisamos ripio está más serio y no abre el pico, y mira q le avisamos que haríamos kilómetros por tierra.
Y tras una hora de incertidumbre, con algún que otro derrape del coche y la incertidumbre de si será en esta curva o en la otra donde nos daremos el piñazo, llegamos a destino. Y de entrada, el cielo limpio y el aire fresco del mar nos abre los pulmones y nos despierta de golpe, y a pocos metros de nosotros una tropa de elefantes marinos pasan la mañana en el único lugar del mundo en donde una familia de orcas han aprendido a salir del mar para cazar crías de estos bichos, y esperar a la siguiente ola para que los devuelva al agua. Si tuviéramos suerte de ver ataques, sería un lugar privilegiado ya que la valla del mirador está a escasos 10 metros de la orilla. Por llegar tan pronto tenemos el premio de estar solos en toda la zona.
Se fue el amanecer, comenzaron a llegar los turistas y se fueron los cámaras que esperan pacientemente a filmar algún ataque. Alguien dijo que no hemos tenido suerte, pero yo creo q no todo el mundo puede amanecer en uno de los lugares más vírgenes de la tierra, un martes, con la posibilidad de ver ataques de orcas a los elefantes que vivien tranquilos acostados en la playa. Vamos que un lujo al alcance de estos privilegiados. Nada de mala suerte.
El resto del día lo pasamos visitando los otros dos puntos accesibles de P. Valdés: Punta Norte y Punta Delgada. De vuelta al hostel tuvimos tiempo de lavar el coche, dar unas pataditas al balón que viajó con nosotros desde Iruya, y organizar una parrillada en el hostel con un grupo de españolas que conocimos allí mismo. Al final cenamos un grupo de 15 personas, cada uno de un lugar del planeta, haciendo una noche muy agradable que terminó pronto pq no había mucho más que rascar en Puerto Pirámides.
Al día siguiente intentamos volver a ver si por fortuna conseguimos el sueño de ver ataques, pero nos dijo en guardaparques de la Lobera q no se les había visto. Tendrá q ser en otra ocasión. Al menos lo intentamos y estuvimos en el único lugar del mundo donde ocurre todo esto. No es poco poder haber estado aquí.
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