Gauchito Gil y la Difunta correa.
Al principio, cuando entras en Argentina te choca, pero acabas por acostumbrarte sí o sí. Todo el país está plagado de unos pequeñas casitas rojas en las cunetas, con unas cuantas banderas rojas, o muchas banderas rojas que a veces llenan los árboles que tienen cerca. Y qué será eso? Más al sur, se siguen viendo estos lugares tan raros pero predominan unos blancos que están llenos de botellas de plástico. Pero miles de botellas. Los rojos son pequeños altares de devoción a Gauchito Gil, y los de las botellas a la Difunta Correa, dos de los personajes históricos más famosos de Argentina.
En el 1800 y pico apareció un pequeño gaucho en la zona norte, en Corrientes, Antonio Mamerto Gil Núñez, que robaba ganado en las haciendas de los ricos para compartirlo con los pobres que morían de hambre. Era un Robin Hood casero. Fue perseguido durante mucho tiempo hasta que fue detenido por fin. Su condena, como ladrón, ser decapitado, y además algo peor, por el delito cometido no tenía derecho a ser enterrado. El último deseo de Gauchito Gil fue ser enterrado, a lo que se negó su general y verdugo. Bien, pues entonces si no me entierras tu hijo enfermará de lepra y no se curará hasta que hayas enterrado mi cuerpo. Su deseo no se cumplió, y el general al llegar a su casa comprobó que los malos presagios se habían cumplido. Su hijo tenía lepra, y no pudieron curarle de ninguna manera. Tras un tiempo a este hombre no le quedó otro remedio que volver a Corrientes a enterrar los restos de Gauchito, y solo de esa manera su hijo pudo sanar. Actualmente está enterrado bajo un algarrobo en la ciudad de Mercedes, lugar donde se ha construido un gran santuario, a donde llegan miles de fieles sobretodo el 8 de enero, fecha de su muerte.
De cualquier modo hay cientos de versiones sobre la vida de este hombre. Los miles de fieles y seguidores, le construyen en carreteras y caminos, pequeños santuarios o no tan pequeños, ya que en algunos pueden entrar varias personas dentro, y los llenan de velas, banderas rojas, piezas de sus coches, sus carnets de conducir para que les dé suerte en la carretera, figuras de barro del propio gauchito, muletas, placas de metal en la que le dan las gracias, y todo lo que te puedas imaginar. Te puedes encontar de todo.
La competencia del gaucho y fenómeno no menos raro lo forma el tinglao de la difunta Correa o Dalinda Antonia Correa. También se conservan numerosas leyendas sobre esta mujer. Una de ellas dice que en la guerra civil de argentina en 1840 entre unitarios y federales. Un militar se enamoró de Dalinda, y envió a su marido al frente para despejarle el camino hacia esta mujer. Ella no entró al trapo, y abandonó su hogar con su hijo recién nacido, siguiendo las huellas de los soldados por los desiertos de San Juan. Cuando terminaron las pocas provisiones de agua que pudo llevar, se cobijó bajo un árbol y protegiendo a su hijo murió de sed. Unos días más tarde de su muerte, unos arrieros encontraron el cadaver de Deolinda, pero sin embargo su hijo seguía mamando de la madre muerta, y por ello salvó su vida.
Fue enterrada en Vallecito, lugar en el que murió, y con el tiempo fue lugar de peregrinación de los que la creyeron Santa. Unos años más tarde, un ganadero en una tormenta perdió sus 5000 reses que huyeron asustadas por los truenos. Se encomendó a la Difunta, y prometió construir un santuario si le ayudaba a encontrar su ganado. Al día siguiente encontró sus 5000 reses pastando muy cerca del lugar donde las perdió. Y cumplió su promesa.
En la actualidad el pequeño santuario se ha convertido en una pequeña ciudad, con más de 25 ermitas, restaurantes, gasolinera propia, hoteles y hasta una comisaría. Sam y yo no nos podíamos creer lo que estábamos viendo. Alucinamos con una hermita forrada con miles de placas de metal que pegan los fieles dando gracias a la Difunta por sus milagros. Pero solo habíamos visto la punta de "aisberg". Había otras veintitantas como esa, y todas abarrotadas de placas por todas partes. Cada ermita está dedicada a un gremio o de deportistas o de camioneros o de constructores, o militares...etc, y cada uno llena el interior de sus objetos personales para que les proteja en su profesión. Por ejemplo el de camioneros está repleto de maquetas de cada uno de los camiones a escala, pero es que hay camiones hechos de madera de más de un metro de grande con todos los detalles. El de constructores está lleno de pequeñas casitas de madera. El de militares es como un ropero gigante con los trajes de militares, gorras, cascos y demás utensilios. El olor a rancio es impresionante, y algunos de ellos estuvieron en la guerra de las Malvinas. Los pelos se ponen de punta inevitablemente.
Pero esto continúa y hay unas escaleras que pueden tener 1 km de largo que suben al lugar en donde la encontraron muerta, y este pasillo está cubierto por la derecha, la izquierda y por arriba por placas de matrículas. Miles y miles de placas, atadas unas a otras forman un túnel de metal q te cubre hasta que subes al pico, y en este pico, en una roca la gente quema sobretodo velas, y estas velas al derretirse forman un río de cera que baja por la montaña como si fuese lava. Y por supuesto no podrían faltar las botellas. Aquí se reúnen millones de botellas, y no solo eso, hay sacos y sacos y sacos llenitos de tapones de botellas de plástico.
En este esperpéntico lugar, mires por donde mires ves una imagen macabra o muy macabra de lo q puede ser la mente humana. Al visitar este lugar lo q es seguro es que no te dejará indiferente.
Vemos las fotos y todavía no nos lo acabamos de creer.
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