Boludos. Samuel estaba masticando ya mis falanges, y decidimos ir a desayunar un poco. Fue un desayuno de café y unas riquísimas medias lunas que llaman aquí en un bar cutre en una esquina, pero con mucho sabor a rancio del que mola.
Habíamos dejado la historia comiendo un rico bocadillo de bondiola en la Costanera Sur. Esa tarde dio para poco más. Nos retiramos al Hostel a descansar un poco pues ya llevábamos 48 horas sin pegar ojo o pegándolo poco, y un cerro de Km. a nuestras espaldas. Por la noche habíamos quedado con Alex, un porteño que conoció Sam en Salta en al anterior viaje, y con el que es imposible hacer buenas migas en menos de 5 minutos. Quedamos con él en el barrio de Palermo, que es algo así como el barrio de Salamanca de Buenos Aires. En toda la ciudad, las calles son rectas interminables, y entre intersección e intersección acá se llaman cuadras, que son las principales referencias de esta gente. Dónde está nosequé..? a quinse cuadras de tal y tal.... Así se guían aquí. Son lo que llamamos manzanas, aunque aquí tienen casi una medida concreta.
Tras un breve sueño y una charla con nuestro compañero de habitación liliputiense, Javi, Chileno que aprovechando una baja médica se estaba pateando Uruguay, Paraguay y Buenos Aires, fuimos camino del Subte, q no es otra cosa que el Metro. El de aquí es de pasillos estrechos, sucios y pequeños. El tren no se demora mucho, y el ambiente en el interior de los vagones es familiar y cordial. La publicidad abarrota las paredes de mil maneras distintas, mientras los porteños regresan a sus casas cansados del laburo, pero sin perderse una buena charla con los compañeros de viaje. Las conversaciones fluyen por todas partes en el Subte. Una chica enana pasa repartiendo papeles para pedir ayuda a los viajeros, pero además de un pequeño papel les obsequia con un beso, que no rechaza casi ninguno de ellos. A nosotros nos parece muy extraño, e inevitablemente pensamos que pasaría por ejemplo en Madrid si una enana se acercara a los viajeros dar un beso. Nadie le da dinero, y parece que no supone un gran sobresalto para ella. Todo continúa.
Nosotros seguimos pasando estaciones hasta Plaza Italia, nuestro destino. Tenemos que salir al andén para comprobar el nombre de la estación. Finalmente shegamos a la cita con Alex, que nos llevó a la pizzería Romaria, famosa por sus deliciosas pizzas con masa ultrafina pero con mucho contenido. También es famoso por el nivelón de las camareras pero de esto no podemos dar datos pq no nos fijamos nada nada.
Comimos en la terraza, mientras contamos historias de ayer hoy y siempre. Al cabo de un rato se incorporan Flor con la que Alex lleva un tiempo emparejado y dos amigas más. Una agradable conversación de Argentina, de España, de fútbol, unos litros más de Brahma, y a la piltra, que estaba un montón de cuadras más abajo, bien acompañados por Alex y Flor.
Al día siguiente nos dimos otro pateo por la Florida, calle peatonal idéntica a Preciados, una charla larga con un mago callejero al que compramos magia, y pitando a Palermo que nos invitaban a un riquísimo asado la familia de Alex. Qué rico todo y que gente tan agradable y acojedora. Nos hicieron sentir como en casa por lo menos, y poco después tuvimos que salir al aeropuerto de vuelos internos de BA. El Aero Parque. Increíblemente ni pitamos en los arcos de seguridad, ni nos llaman la atención cuando despega el vión, ni nada.
El retraso del vuelo provocó que viéramos la impresionante imagen de Buenos Aires de noche, con sus larguísimas calles, sus paralelas y perpendiculares, el Tigre..... Merece la pena ver esta inmensidad iluminada y tan cuadriculada. Y por contra el retraso provocó que no pudiéramos pasar de día por encima de las cataratas de Iguazú. Todo no se puede tener en esta vidorra.
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