El vuelo corto y sin el más mínimo contratiempo. Llegamos a Iguazú a las 21 horas y pronto sentimos la primavera y la patente humedad de esta zona tropical.
Tomamos el colectivo hasta nuestro Hostel. Nada más bajarnos nos dimos de frente con un pifostio impresionante, ya que había organizada una fiesta brasileña este sábado por la noche. Toda la gente depués de la cena salió a la puerta del Hostel a mover los tocinos, al ritmo que marcaban dos mulatas que parecían más de cera que de carne.
Este Hostel es una pasada. Es una finca grande, con un salón inmenso y cómodo de techo de madera, con billares, ordenadores, pantalla de televisión, bar abierto 24 horas y música todo el tiempo. Siempre hay gente. Predomina el guiri de ventipocos años, con pinta de niñato que viene aquí a desparramar a un país donde se vive la libertad a tope. Pero hay de todo. Hay algunos Argentinos y pocos españoles, aunque alguno hay.
Tomamos el colectivo hasta nuestro Hostel. Nada más bajarnos nos dimos de frente con un pifostio impresionante, ya que había organizada una fiesta brasileña este sábado por la noche. Toda la gente depués de la cena salió a la puerta del Hostel a mover los tocinos, al ritmo que marcaban dos mulatas que parecían más de cera que de carne.
Este Hostel es una pasada. Es una finca grande, con un salón inmenso y cómodo de techo de madera, con billares, ordenadores, pantalla de televisión, bar abierto 24 horas y música todo el tiempo. Siempre hay gente. Predomina el guiri de ventipocos años, con pinta de niñato que viene aquí a desparramar a un país donde se vive la libertad a tope. Pero hay de todo. Hay algunos Argentinos y pocos españoles, aunque alguno hay.
Nuestra habitación es de 6. La 29. Nada más entrar vimos la inmensa espalda de un somarro con pinta gamba q estaba sobao a las 21 30 de la noche, con las luces de la habitación encendidas, todo el contenido de su maleta por el suelo, y eso si, los botines en la mesilla. En realidad todo el suelo estaba lleno de ropa, zapatillas, bolsas, botellas de agua, bragas, calcetines, y mochilas. Nosotros jugamos a detectives a intentar ver si lo que teníamos de compañeros eran tío o tía, y cómo serían físicamente. Pusimos nuestros pies al lado de las zapatillas que dejaron, para calcular talla y por lo tanto sexo, vimos qué libros estaban leyendo. Total que solo acertamos uno. Al poco, llega un japo que no habla ni papa de español pero que sonríe como un condenao. jelou....., jelou majo. No lo hemos vuelto a ver.
Por la mañana las de peanas pequeñas y grandes resultaron ser dos tipas muy silenciosas en su huída. El japo y el somarro siguen estando con nosotros, y por supuesto duerme a las 21 con la luz encendida y las botas en la mesilla. La ducha solo deja salir un flaco hilo de agua, pero si no hay otra cosa nos conformamos.
Llegamos 2 minutos tarde al desayuno y nos toca pagar 20 pesos por dos cafés en vaso de poliexpan. Mientras hacemos llamadas a Raúl, taxista que conoció Sam en su anterior viaje, y que es la dulzura en persona. Qué tipo tan agradable.
Una pareja de Burgos busca taxi, y a todos nos parece buena idea compartir gastos y día, y nos fuimos a ver las cataratas de Iguazú por la parte Brasileña. Nos miran con el inevitable recelo del que no nos conoce, pero al poco se les pasan los miedos y comienzan las risas. Raúl con su amabilidad infinita nos lleva a Brasil, y nos hace todas las gestiones necesarias y nos mima como si fuéramos su tesoro. Nos deja un rato para pasear por un aviario donde vimos aves de las que vuelan por esta selva, mariposas más q preciosas, colibrises y más fauna impresionante. Cómo mola acariciar a un tucán que se acerca por si cae algo para su buche. Ya ha pasado una hora y papá Raul viene a recoger a sus poshuelos pq no shegamos.
Hoy toca paseo en bici por la selva, caminata, piraguas por el río Iguazú un poco antes de su gran caida, y paseo por la base de las cataratas ya a última hora.
Nos acompaña Alexandre, un chaval muy joven, rubio, delgado de ojos azules que trabaja de guía para el parque. Habla portugués, y se maneja en español e inglés. Es muy amable y servicial y al poco tiempo se le nota que se siente agusto con nosotros, como con alivio por dar con unos viajeros atípicos. Pronto cogemos las bicis que estaban tiradas en la cuneta de un camino que recorre la selva. Quitamos las hormigas de las bicis y tiramos palante. Es todo bajada nos grita Alex, pero es una bajada cuesta arriba que nos hace sacar el corazón por la boca. A todo esto, cada dos por tres paramos pq a uno se le sale la cadena, a otro no le va el cambio, a otro se le baja el sillín y así de avería en avería avanzamos por la selva, cambiando bicis averiadas por otras que hay tiradas en la cuneta cada poco, que alguien dejó allí pq no le funcionaba en su momento. Sam se pide ser piraña, y a mí me encasqueta el personaje de Pancho. A Raquel y Roberto les toca ser Tito y Bea.
Por la mañana las de peanas pequeñas y grandes resultaron ser dos tipas muy silenciosas en su huída. El japo y el somarro siguen estando con nosotros, y por supuesto duerme a las 21 con la luz encendida y las botas en la mesilla. La ducha solo deja salir un flaco hilo de agua, pero si no hay otra cosa nos conformamos.
Llegamos 2 minutos tarde al desayuno y nos toca pagar 20 pesos por dos cafés en vaso de poliexpan. Mientras hacemos llamadas a Raúl, taxista que conoció Sam en su anterior viaje, y que es la dulzura en persona. Qué tipo tan agradable.
Una pareja de Burgos busca taxi, y a todos nos parece buena idea compartir gastos y día, y nos fuimos a ver las cataratas de Iguazú por la parte Brasileña. Nos miran con el inevitable recelo del que no nos conoce, pero al poco se les pasan los miedos y comienzan las risas. Raúl con su amabilidad infinita nos lleva a Brasil, y nos hace todas las gestiones necesarias y nos mima como si fuéramos su tesoro. Nos deja un rato para pasear por un aviario donde vimos aves de las que vuelan por esta selva, mariposas más q preciosas, colibrises y más fauna impresionante. Cómo mola acariciar a un tucán que se acerca por si cae algo para su buche. Ya ha pasado una hora y papá Raul viene a recoger a sus poshuelos pq no shegamos.
Hoy toca paseo en bici por la selva, caminata, piraguas por el río Iguazú un poco antes de su gran caida, y paseo por la base de las cataratas ya a última hora.
Nos acompaña Alexandre, un chaval muy joven, rubio, delgado de ojos azules que trabaja de guía para el parque. Habla portugués, y se maneja en español e inglés. Es muy amable y servicial y al poco tiempo se le nota que se siente agusto con nosotros, como con alivio por dar con unos viajeros atípicos. Pronto cogemos las bicis que estaban tiradas en la cuneta de un camino que recorre la selva. Quitamos las hormigas de las bicis y tiramos palante. Es todo bajada nos grita Alex, pero es una bajada cuesta arriba que nos hace sacar el corazón por la boca. A todo esto, cada dos por tres paramos pq a uno se le sale la cadena, a otro no le va el cambio, a otro se le baja el sillín y así de avería en avería avanzamos por la selva, cambiando bicis averiadas por otras que hay tiradas en la cuneta cada poco, que alguien dejó allí pq no le funcionaba en su momento. Sam se pide ser piraña, y a mí me encasqueta el personaje de Pancho. A Raquel y Roberto les toca ser Tito y Bea.
A Alex le sentaba bien el papel de Javi, y a Amalia, una Porteña que venía en el paquete le tocó ser "la pintora" (julia) Ya solo faltaban los silbidos de Verano Azul que no tardaron en llegar. Quizá los Pumas de esta selva nunca habían visto una situación tan así.
Por fin llegamos al río, y enseguida llega un barco mandado por un tipo clavao a popelle pero con mucho de olivia, con un gorro blanco de marinero de otra época, que resultó ser el Fernando Alonso de este río. El conoce los lugares favoritos por los Jakarés para tomar el sol, y allí nos lleva, y pudimos ver unos cuantos, alguno de ellos inmensos. Pronto comienza a meterle caña al bote y se gusta con los trompos como para dejarnos satisfechos en nuestro viaje por el río, como si hubiéramos pagado por tener estas "fuertes" emociones. Y en uno de estos trompos consigue meter el barco por la única zona navegable para un barco en todo el anchísimo río, ya que un poco antes de las cascadas el agua alcanza solo 25 centímetros, lo que permite cruzar andando las aguas entre Argentina y Brasil. Solo un experimentado marino de agua dulce es capaz de meter un barco a esa velocidad por el estrecho trozo que guarda un poco de profundidad.
Un poco más adelante, en medio del río, nos montamos en unas piraguas atadas a una bolla, y recoremos aguas abajo un pequeño trozo hasta llegar al puerto que será el final de nuestro viaje. Ya solo nos queda subir a las impresionantes cascadas, pero ellos se niegan a llevarnos tal y como prometieron. Al final acceden a llevarnos pero solo tuvimos escasos 10 minutos de visita, ya que salía el último bus que te saca del parque. Allí dejamos a los ricachones alojados en el Sheraton, que sin problemas se pueden deleitar con este regalo de la naturaleza mientras hacen tiempo para ir a cenar.
Nosotros llegamos al Hostel. Compartimos cena y cervezas con Raquel y Roberto. Ellos mañana se van a Buenos Aires y cierran su viaje de novios. Nos maldicen por tener todavía 35 días por delante en Argentina. Y nosotros tras apurar unas cuantas Quilmes de 650 ml en la terraza, nos prometemos que vamos a ser responsables, y que vamos a organizar este viaje por fin. Uf
Por fin llegamos al río, y enseguida llega un barco mandado por un tipo clavao a popelle pero con mucho de olivia, con un gorro blanco de marinero de otra época, que resultó ser el Fernando Alonso de este río. El conoce los lugares favoritos por los Jakarés para tomar el sol, y allí nos lleva, y pudimos ver unos cuantos, alguno de ellos inmensos. Pronto comienza a meterle caña al bote y se gusta con los trompos como para dejarnos satisfechos en nuestro viaje por el río, como si hubiéramos pagado por tener estas "fuertes" emociones. Y en uno de estos trompos consigue meter el barco por la única zona navegable para un barco en todo el anchísimo río, ya que un poco antes de las cascadas el agua alcanza solo 25 centímetros, lo que permite cruzar andando las aguas entre Argentina y Brasil. Solo un experimentado marino de agua dulce es capaz de meter un barco a esa velocidad por el estrecho trozo que guarda un poco de profundidad.
Un poco más adelante, en medio del río, nos montamos en unas piraguas atadas a una bolla, y recoremos aguas abajo un pequeño trozo hasta llegar al puerto que será el final de nuestro viaje. Ya solo nos queda subir a las impresionantes cascadas, pero ellos se niegan a llevarnos tal y como prometieron. Al final acceden a llevarnos pero solo tuvimos escasos 10 minutos de visita, ya que salía el último bus que te saca del parque. Allí dejamos a los ricachones alojados en el Sheraton, que sin problemas se pueden deleitar con este regalo de la naturaleza mientras hacen tiempo para ir a cenar.
Nosotros llegamos al Hostel. Compartimos cena y cervezas con Raquel y Roberto. Ellos mañana se van a Buenos Aires y cierran su viaje de novios. Nos maldicen por tener todavía 35 días por delante en Argentina. Y nosotros tras apurar unas cuantas Quilmes de 650 ml en la terraza, nos prometemos que vamos a ser responsables, y que vamos a organizar este viaje por fin. Uf